sábado, 18 de agosto de 2007

Una Relación Terapéutica

Estoy seguro que nadie en exclusiva tiene la culpa de que en no pocos casos se deteriore la relación que se establece entre un profesional que trabaja en el ámbito sanitario y el paciente y su entorno. En la mayoría de los casos, se podría decir “que entre todos la mataron y ella sola se murió”. Habrá adivinado el lector que utilizo el pensamiento sistémico para poner en antecedentes sobre lo que entiendo debemos reflexionar.
Y la reflexión es clara ¿estamos dispuestos a que se siga produciendo un deterioro progresivo de una relación que en sí es terapéutica entre el paciente, la familia o entorno y el profesional? Todos los estudios de satisfacción y de opinión de los pacientes y de los ciudadanos sanos que utilizan nuestros centros sanitarios les conceden mucho valor al proceso de comunicación, a la amabilidad del personal, a la cercanía con la que se le trata... y estos suelen ser los aspectos más relevantes. Hemos entendido y asumido, y es bueno, la protección de la salud como un derecho.
Los políticos hemos propiciado unas mejoras en las condiciones de trabajo de los profesionales sanitarios, seguro que no en la medida deseada y que queda mucho por andar, pero si en una forma al menos significativa. Sin embargo, al mismo tiempo, y de forma conjunta con los profesionales, sociedades científicas, organizaciones profesionales y asociaciones de afectados hemos fomentado una utilización de los centros sanitarios, en muchos casos justificados y en otros no tanto.
La sociedad fomenta en líneas generales el consumo, el consumo de recursos, hemos sido capaces de introducirnos en una filosofía de vida donde interiorizamos muy bien los derechos, y pedimos unos servicios, ya no sólo de mayor calidad que es legítimo, sino muy rápidos y si puede ser a domicilio. Importándonos poco como ciudadanos si esta utilización de los servicios es necesaria realmente o no lo es. Los humanos somos así, asumimos muy bien nuestros derechos y llevamos peor lo de interiorizar nuestros deberes. Deberes que en el caso de la sanidad y en concreto del ámbito del Sistema Sanitario Público son deberes que entroncan con la justicia social, con una utilización adecuada de los recursos, con un cuidado de los recursos y de los profesionales para que nos dure esta garantía que nos cubre la salud ante cualquier contingencia. Ese bien, es de justicia social cuidarlo y ser copartícipes como ciudadanos en una utilización adecuada.
Pero además entre todos hemos hecho algo tremendamente peligroso y es quitarle, a los ciudadanos y a las familias o el entorno de los pacientes, el control sobre el proceso de salud y enfermedad. Eso nos ha pasado en otros ámbitos como la educación y el control se lo hemos dado más a los profesores. Pues en el ámbito de la salud, hemos depositado una gran parte de nuestro cuidado en los profesionales, a veces exclusivamente en los profesionales, sin saber que las ciencias de la salud no son exactas, que se puede ser un gran profesional, tener el mejor de los talantes y actuar de la mejor forma posible, y la incertidumbre hace que en determinadas circunstancias algo que se esperaba que evolucionara bien va mal.
Mientras todo esto evoluciona y además a pasos agigantados, animada y acelerada por un incremento en la información sobre enfermedadespor parte de los ciudadanos en una sociedad de medios informativos, que no formación, un profesional o varios se encuentran prestando servicios en nuestros centros sanitarios, intentando en la mayoría de las ocasiones hacer un uso adecuado de los recursos que la administración pone a su disposición para el servicio de los pacientes y sus familias, y en la mayoría de casos también haciendo correctamente su trabajo. A veces esta situación se produce en un lugar donde el anonimato es importante, piensen en los Servicios de Urgencias de grandes Centros Hospitalarios, pero otras es el médico de siempre en un Centro de Salud, el que sigue pasando consulta a la misma población el resto de su vida profesional. Entorno de trabajo que siempre es mejorable, y que debemos hacer mejorable quienes ostentamos la responsabilidad de la gestión sanitaria.
En ese escenario en más ocasiones de las deseadas se produce algo tremendamente grave, en una relación que es en sí misma terapéutica se van dos de los ingredientes fundamentales para conseguir la reposición de la salud, y es la pérdida de confianza, la pérdida del respeto y aparece el enemigo más importante de esa relación, pero de ésa y de las siguientes, la agresividad en cualquiera de sus fases, en cualquiera de sus versiones y todas ellas detestables, y que marcan el futuro de una relación que a veces es para toda la vida, porque en el pueblo donde vivimos o trabajamos ya no hay más profesionales donde elegir. Y la Salud es algo muy serio como para no reflexionar e intentar que lleguemos a una relación terapéutica. Respeto y confianza bien entendida, respeto y confianza en las dos direcciones, respeto y confianza como base de esta relación para que sea de verdad terapéutica.
Nada justifica la violencia, nada justifica romper esa relación que en sí misma alivia, tranquiliza y cura. Es cierto que hay problemas de salud que llevan a estados de agresividad, pero créanme si les digo que esos son los menos problemas de agresividad ante los profesionales de la salud, en cifras, por encima de éstos, están la pérdida del respeto y de la confianza.
Los ciudadanos tenemos elementos para opinar, sugerir, criticar y reclamar ante el Sistema Sanitario, y esa es una forma sana de hacer mejor cada día nuestro Sistema Sanitario, pero esa es también nuestra válvula de escape ante las discrepancias, ya que al mismo tiempo estamos participando con el Sistema Sanitario. El Sistema Sanitario evoluciona gracias a los ciudadanos que conformamos la sociedad.
Los profesionales tienen un libro de incidencias que debe revisarse y contar sus vivencias también para mejorar el Sistema Sanitario. Es cierto la necesidad de invertir en encuestas de clima laboral y en otros elementos para hacer una participación más activa y real.
Los responsables políticos y gestores debemos acometer nuestras acciones en base a cuidar esa relación terapéutica, eso es hacer la política poniendo en el centro al ciudadano, en la Salud no vale “el cliente siempre tiene la razón”, la protección de la Salud es un derecho y es de justicia social, por tanto no es equiparable un servicio de salud a una empresa.
Pero está en la decisión de todos nosotros si queremos tener un triángulo verdaderamente terapéutico entre paciente, entorno o familia y profesional. La respuesta la tenemos todos y cada uno de nosotros, yo desde luego me decanto por seguir mimando una relación terapéutica sea cual sea mi grado de responsabilidad.


José María Vergeles Blanca
médico de familia

Ciudadanía, Sociedad, Valores y Ética

Asistimos una vez más desde la ciudadanía a diferentes puntos de vista sobre valores, ética y religión, que acabará afectándonos, y lo hacemos como espectadores. Dos ámbitos de toma de decisiones como son la política y la religión que nos afectan como ciudadanos. El tema es aún de mayor calado, si pensamos que lo que finalmente se decida, o la perseverancia en posturas encontradas repercutirá de una u otra forma en la formación de los más jóvenes, del presente y el futuro de nuestra sociedad.
Asistimos en la mayoría de ocasiones en la prensa como se habla de valores, de la asignatura de educación para la ciudadanía, de la religión en las aulas, de colegios privados concertados, de cómo según las ideologías políticas se toman una decisión u otra.
No soy experto en la materia, pero sé que me siento europeo, conozco lo adecuado que ha sido este proceso en otros países de nuestro entorno. Conozco las recomendaciones de las instituciones europeas y conozco lo que intentan hacer cada día sin estar aun implantada esa asignatura los profesores o maestros en nuestros colegios. ¿Qué pensamos que la educación que realizan los maestros no está impregnada de los contenidos a los que se pretende dar carta de naturaleza?, lo hacen a diario con las niñas y niños. Conozco como la sociedad ha hecho desgraciadamente, que en algunas ocasiones, más de las que desearíamos, lo que el maestro o profesor se ha encargado de enseñar al alumno se ve contrapuesto con lo que por prisas hacen en la práctica los adultos, padres, amigos,…que están alrededor del niño. Por ejemplo, no es raro que tras la formación en seguridad vial, en el coche en el que se ha ido a recoger, el adulto reciba una llamada al móvil y lo coja, o con las prisas evite pararse en un paso de cebra, y así se pueden encontrar más de un ejemplo.
Creo profundamente en la sociedad española, creo que vivimos en un gran país, creo que somos capaces desde la sociedad y la ciudadanía de respetar las desigualdades y que nos hacen grande en su conjunto, y eso lo hacemos mayoritariamente. Así se ha puesto de manifiesto en las diferentes ocasiones en las que hemos tenido de demostrarlo, bien en el ámbito político, de la solidaridad o en cualquier otro. Por ello creo que somos un gran país.
Tras la promulgación de nuestra Constitución Española hemos vivido en convivencia y hemos respetado todas las corrientes religiosas en un país aconfesional. Política y Religión, ambas con mayúsculas han convivido de forma ejemplar y han permitido una toma de decisiones libre de los ciudadanos.
Y ahora se nos pone en una encrucijada hablándonos de los valores, de la ética y de la moral. Y pretenden convencernos de una determinada postura.
Ante esto mi opinión es que apliquemos la literalidad de la Constitución, bajo ese prisma asumamos una metodología para abordar los problemas o dilemas éticos, de valores que se plantean en una sociedad cada vez afortunadamente más compleja, a utilizar los elementos democráticos en un estado de derecho, que aprendamos a utilizar de forma adecuada las instituciones, que elijamos en libertad, que aprendamos a vivir y a convivir en paz, que aprendamos el respeto, donde están nuestros derechos, pero también nuestros deberes como ciudadanos. Pero no una formación teórica, una formación integral e integrada en la sociedad, la legislación y la voluntad del legislador en materia educativa nos ha puesto la oportunidad delante de nosotros. Esto es un error pretender que esta formación es sólo de los profesores, de los colegios, de los padres en exclusiva, o de una determinada religión. El concepto de formación o educación integral la conforman muchos elementos, de los que todos somos responsables tengamos o no hijos, es poner en práctica como modelos de ejemplo a nuestros niños y jóvenes. Y una vez asumida esa metodología de abordar el modelo de ciudadanía, de sociedad en un estado democrático y de discusión caben todas las sensibilidades, las ideologías políticas, las religiosas… No nos obliguen como ciudadanos a decantarnos por algo, permítanos a los ciudadanos elegir libremente y conscientemente nuestra forma de vivir, de vivir en sociedad de la forma más adecuada posible. En este sentido el Gobierno ha hecho muchos esfuerzos por hacer entender ésto, ha hecho un gran esfuerzo en aunar voluntades frente a esto. Si nos queda alguna duda, podríamos hacer uso de la definición del “yo” que hace el psicólogo William James, entre el “yo espiritual”, el “yo social” y el “yo material”.
Y sobretodo, velemos por la formación de nuestros niños y jóvenes. ¡Qué maravillosa es la definición de la ética y de la moral!, les recomiendo a los lectores que no lo hayan hecho que la miren en el diccionario. Y en cambio en este país hubo una época en la que yo me formé, que si elegía ética en el colegio era poco menos que antirreligioso, idea equivocada aquella, tremendamente equivocada. Me apena, creo sinceramente que en toda nuestra etapa formativa hay tiempo para enseñar el concepto más claro de lo que es la sociedad, de lo que son los valores, de lo que es la ética y la moral. Creo que también hay tiempo para decantarse por una opción política y por unas creencias. Pero en la base de todo está el ciudadano.
Me niego a que alguien en concreto, sea una opción religiosa, sea una opción política determinada se haga propietario de algo que me pertenece y me pertenecerá. Las definiciones de ética, de valor y de moral hablan de mí como propietario de ellas, como hablan de ellas como propiedad de todos ustedes, hablan de lo que supone el formarse y cultivarlas. Y como ciudadano me gustaría seguir teniendo esa propiedad, seguir ejerciendo mí libertad para elegir en un país libre y seguir teniendo la capacidad de demostrar al resto de la sociedad donde vivo, que vivo de acuerdo a unos valores, a una ética de vida y a una moral que no colisiona en absoluto con sus derechos, que no colisiona con sus valores y que ambos nos entendemos. Por ello, me parecen desafortunadas las declaraciones de la Conferencia Episcopal cuando nos hace elegir, cuando al plantear la elección distorsiona una información en la que todos debemos arrimar el hombro.
En nuestra Comunidad Autónoma que está llena de esos valores que forman esa característica fundamental de Extremadura donde da gusto vivir y convivir, donde nos hace atractivos para vivir en esta Región y hace que podamos exportar al resto del mundo esa característica tiene que ser verdad.
Afortunadamente tenemos dirigentes y representantes políticos que entienden la política en su mejor versión, con mayúsculas. Tenemos facilitadotes de cada una de las religiones en nuestra sociedad que entienden también de la mejor forma estos temas, y sinceramente espero mucho de ellos. Confío en ellos, pero al mismo tiempo les pido respeto por lo que me pertenece a mi como al resto de los ciudadanos, y me pertenecen los valores, me pertenece mi ética y me pertenece mi moral. Después en un estado de derecho y en base a mis creencias, de mi ideología existen fórmulas de proporcionarme los elementos necesarios para que cada día sea mejor persona, para que cada día conviva mejor y ahí es donde se crece en ellos dentro de una religión concreta o una ideología política concreta pero cuando sea adulto, cuando sea capaz de elegir.

José María Vergeles Blanca
médico de familia

¿Me pasa por rayos?

Recuerdan ustedes cuando en esta Extremadura eminentemente rural nuestra Sanidad dependía de un Sistema de Seguridad Social, y de forma paralela de las “igualas” con los médicos de cabecera por lo largo y ancho de nuestra geografía. Ese sistema basado en la Seguridad Social, del cual hoy solo quedan reminiscencias del pasado, se basaba en el nivel de renta de cada ciudadano, así como en la capacidad de endeudarse de las familias que lo hacían exclusivamente si la enfermedad lo requería.
Afortunadamente se promulgó la Ley General de Sanidad y lo que era un Sistema de Seguridad Social pasó a ser un magnífico Sistema Nacional de Salud, donde contribuimos con el sistema en función de nuestro nivel de renta, y lo utilizamos en función de las necesidades de salud que tenemos. Un profundo y tremendo cambio que ha hecho que progresemos de forma importante en coberturas sanitarias y en una distribución de riquezas a través de políticas sanitarias y sociales. Tanto que hoy no es cuestionable esta orientación.
Sin embargo, hemos de tener en cuenta qué lo que más ha contribuido con la salud, que no sanidad, de la que disfrutamos hoy los ciudadanos de nuestro país, se debe más a lo que se denomina Medicina Preventiva, que al incremento en las inversiones en Tecnología Sanitaria. Y esto quiero que sea el objeto de la reflexión con todos ustedes. Así, tenemos hoy un nivel de salud bueno y nuestra esperanza de vida es mayor por haber mejorado las condiciones higiénicas y sanitarias de los alimentos que comemos, del agua que bebemos o del entorno donde nos desarrollamos. La sanidad es a lo que accedemos los ciudadanos en busca de unos servicios -que los tenemos como derecho-, bien para mantener el nivel de salud (por ejemplo las vacunas), o para ser atendidos por un determinado problema de salud. Esa es la diferencia entre Sanidad y Salud.
Sin embargo, no era raro que cuando los pacientes íbamos al médico con el que teníamos la iguala lo calificásemos como avanzado si el galeno en su consulta había invertido en comprar un aparato de rayos X, con el que “nos pasaba por rayos”, la tranquilidad de los pacientes aumentaba y ya estaban dejando en manos de la tecnología una parte de esa atención sanitaria. Luego los políticos, los presidentes de sociedades científicas, los propios médicos, las empresas privadas, las asociaciones de afectados, los medios de comunicación de masas, nos hemos ido encargando de ensalzar las ventajas y bondades de la tecnología sanitaria. Para un político, y conste que en este momento me dedico a ello, es más fácil vender que hemos comprado un aparato médico de última generación, que la inversión en una mejora en la organización de un servicio concreto, es más fácil que un medio de comunicación recoja una rueda de prensa sobre la construcción de un edificio que albergará un aparato médico de última generación frente a una en la que se hable de lo bien que se ha organizado tal o cual centro de salud para prestar atención a los ciudadanos de su ámbito de influencia. Es decir, que esto ha dependido un poco de todos. Y así hemos llegado a la triste situación del día de hoy, donde asistimos los ciudadanos deslumbrados a centros dotados de las mejores tecnologías sin tener toda la información sobre las mejores indicaciones, la seguridad de las pruebas, la sensibilidad y la especificidad de las mismas para detectar los diferentes problemas de salud. Así hoy no es raro que nos encontremos a ciudadanos y ciudadanas que acuden a un Servicio de Urgencias de uno de nuestros Hospitales no para describir sus síntomas, sino “para que le hagan un TAC o una resonancia”, o acudamos a nuestro médico de familia a pedir una determinada prueba analítica por ejemplo.
Y mientras esto ocurre siguen apareciendo estudios serios en los que advierten que los problemas de salud más importantes de los próximos años seguirán siendo las enfermedades infecciosas u otros donde claramente vienen a poner en evidencia que la inversión por parte de los servicios sanitarios en más tecnología a partir de un nivel no mejora la calidad de la atención prestada. Y así lo pone de manifiesto el Informe de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria. Y donde viene a remarcar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que apuestan porque la mejor de las “tecnologías” es el servicio que prestan los profesionales sanitarios e incluso los agentes de salud en educación para la salud. Donde se necesita de un nuevo modelo de la salud pública, donde la prevención y la promoción de la salud sean los campos donde se invierta.
La mejor de las “tecnologías” es contarle a nuestro médico los síntomas que tenemos, es dejar que el médico nos pregunte sobre el origen de nuestros síntomas, sobre la causa a lo que los atribuimos, sobre la duración, sobre como se presentan los síntomas... Esa es junto con la exploración física buscando los signos que los orienten, la mejor atención que nos pueden dar, la atención más integral. Solamente tras esa aplicación minuciosa del juicio clínico es cuando tienen justificación la realización de algunas pruebas que complementen el juicio del profesional, pero además en condiciones de seguridad. Esa es la calidad de la atención sanitaria.
Debe existir un papel absolutamente reforzado de la Atención Primaria de Salud como ese nivel de atención especializado en distinguir la salud de la enfermedad, como ese nivel de atención especializado que es capaz de resolver un alto porcentaje de los problemas de salud que tenemos la población, pero además es capaz de la mano de otros especialistas de hacer verdaderamente ganar resolución a todo el Sistema Sanitario.
Tras potenciar el nivel de la Atención Primaria de Salud, sigue siendo necesario un desarrollo de toda la atención que se presta en los Centros de Especialidades y en los Hospitales para aquellos pacientes que tienen un problema de salud y que necesitan de una atención específica concreta, de unos conocimientos y de unas habilidades más específicos para restaurar el nivel de salud perdido.
Desde la política sanitaria tenemos mucho terreno que andar para poder hacer verdaderamente resolutivo al sistema sanitario. Y era necesaria una inversión como la que se ha hecho en los últimos años para que Extremadura estuviera en el nivel sanitario que necesita su población.
Pero para hacer posible todo esto es necesario que toda la ciudadanía llegue también a través del conocimiento, a saber que el Sistema Sanitario tiene unas potencialidades en cuanto a utilización de tecnología y que no caigamos en el error de dejar deslumbrarnos por las tecnologías, abandonando la enorme “tecnología” que supone la relación terapéutica entre profesional y paciente. Será la vuelta a lo básico, pero este camino, hoy más que nunca es necesario para ganar en calidad y en seguridad.


José María Vergeles Blanca
médico de familia

¡A mi no me pasa!

Afortunadamente nuestro cerebro utiliza un mecanismo para que no vivamos permanentemente en la desolación por la preocupación de que nos puede pasar algo, que estamos permanentemente expuestos a riesgos desde que salimos de casa, o sin salir de ella. Pero este mecanismo, tremendamente beneficioso para algunas cosas, se está mostrando tremendamente negativo para otras. Estas para las que este mecanismo es negativo son aquellas en las que verdaderamente existe un riesgo, un riesgo palpable, un riesgo tangible y real.
Vivimos la semana de la Seguridad Vial, detesto las semanas de algo, o los días específicos, pero entiendo que deben existir para la reflexión y para hacer una discriminación positiva.
La tragedia en las carreteras, las vidas segadas, las pérdidas que viven las familias, las personas cuando como consecuencia de un accidente de tráfico pierden algún órgano o alguna función importante para vivir son un ejemplo de una consecuencia del ¡a mi no me pasa!.
A los profesionales de la salud en general y a los médicos en particular, en nuestra formación nos enseñan las consecuencias, nos muestran lo que disminuye el riesgo cuando se abandonan determinados hábitos de vida que son insalubres, pero tenemos poca formación sobre como cambiar esos comportamientos, como tener una actitud activa para poder modificar estilos de vida, y existen métodos desde el cognitivo-conductual hasta otros, pero una cosa es la teoría y otra la práctica.
Pero cuando esta cuestión se generaliza a toda la sociedad, el ¡a mi no me pasa! Es sin duda alguna una estrategia de vida generalizada. Y esto es uno de los factores más importantes en los accidentes de tráfico. ¿Pero es el único? Sencillamente no, está claro que los accidentes de tráfico tienen un origen multifactorial, no se debe en exclusiva a la velocidad, no se debe en exclusiva al estado de las carreteras, no se debe al consumo de sustancias en exclusiva, se debe a una mezcla de todos los elementos que juntos producen un sustancial incremento de riesgo y acaba provocando un accidente de tráfico sufrido por alguien que pensaba ¡a mi no me pasa!.
Recientemente hemos vivido una intensa campaña de control de velocidad, una intensa campaña de control de alcoholemia, una intensa campaña de campaña de concienciación del cinturón de seguridad y viviremos otras. La estadística no es una ciencia exacta, pero cada vez me parece más claro que en el cálculo del riesgo es casi exacta, y es el acumulo de riesgos (velocidad+alcohol+estado de carretera+comportamiento agresivo en la conducción+prisas+…) lo que hace que se provoquen los accidentes. Las campañas restrictivas solamente llevan a un efecto pasajero, pero además con la campaña del cané por puntos, hemos sido capaces de interiorizar el miedo a la pérdida de puntos, pero no el respeto por el riesgo de accidentes. Pero además en mi experiencia, el cané por puntos ha hecho que la labor pedagógica de algunos agentes, que de todo hay, haya disminuido, potenciando la denuncia, frente a la oportunidad educativa en el momento que se produce la infracción.
La cosa no tiene arreglo a corto plazo, hace falta el compromiso de la sociedad. Un compromiso que debe comenzar por pensar que la prevención de los accidentes de tráfico la podemos llevar a cabo, porque los factores de riesgo para tener accidentes están en nosotros, y nosotros podemos disminuir ese riesgo, como dicen los sicólogos, el locus de control lo tenemos dentro. Esta concienciación se produce con educación y con incentivación positiva, frente a la negativa que siempre hemos tenido. Un análisis minucioso de los factores de riesgo y cuales de los factores de riesgo que son modificables tienen un efecto más importante, diseñar una campañas de marquetin social dirigida a conseguir una disminución de estos factores de riesgo.
Buscar y aprovechar las oportunidades educativas, cuando más concienciados estamos para cambiar nuestro comportamiento, ¡qué labor más importante para los cuerpos de seguridad y protección en la carretera!. Y estas oportunidades educativas, y los elementos que motivarán el cambio de actitud cambiarán con el momento de la vida en que nos encontremos, con lo que hemos vivido, con el riesgo que es más frecuente para nosotros… Es necesario hacer un perfil de riesgo para cada uno de nosotros y desde ese análisis intentar modificarlos, para contribuir a una disminución global. Una Educación Vial genérica está bien, pero una educación vial específica por grupos de riesgo está mejor, bastante mejor.
La prevención de los riesgos laborales de determinadas profesiones en la carretera debe ser una realidad en los profesionales del volante, pero además de en los profesionales, en los empresarios de estos profesionales que trabajan por cuenta ajena.
Los medios de comunicación y su compromiso, un minuto de medios de comunicación mal orientado puede acabar con una buena parte de la educación vial, pero también al contrario. ¿Es necesario prohibir la publicidad negativa?, detesto las prohibiciones, más que prohibir hay que fomentar los estilos de vida saludables, seguir un código ético de compromiso en los mensajes que enviamos.
La mejora de las infraestructuras viales, todos conocemos puntos negros, elementos del mobiliario vial que producen muertos, algunos nos los han mostrado los motociclistas, otros los traducen la siniestralidad en las carreteras. Pero la solución no está en exclusiva en poner obstáculos para limitar la velocidad como bandas sonoras y algunas más que sonoras, está en buscar corregir todo esto.
Podemos seguir haciendo un análisis simplista de la seguridad vial, podemos seguir centrándonos en la pérdida de puntos, podemos seguir emitiendo bancos de niebla con los radares fijos y móviles, podemos hablar de los cientos de agentes que patrullan nuestra carretera, podemos seguir con estrategias restrictivas, o podemos establecer un compromiso social entre todos para disminuir el riesgo de accidentes, un compromiso social vertebrado por las asociaciones sociales, científicas y profesionales. Podemos erradicar entre todos los efectos negativos del ¡a mi no me puede pasar! y eso es participación de toda la comunidad para un plan integral de seguridad vial, plan de compromiso, no para ser un libro que quede bonito en la estantería, o que nos llegue a los conductores a casa en una carta. Todos tenemos algo que decir, y sobretodo algo que proponer, odio las cifras sicológicas, una víctima es suficiente para ser una cifra dintel sicológico. Yo estoy dispuesto ¿y ustedes, lo están? levanten la mano quienes lo estén y pongámonos a trabajar.


José María Vergeles Blanca
Médico de Familia.